Poema colectivo basado en el texto “Los Cuervos”
(“Al País de Poe”) de Luis Andrés Figueroa
Autores (respectivamente):
Darío Valdebenito, Elena Montaner, Doris Iturrieta, Libertad Manque,
Vicente Sardes, Carlos Eduardo Saa, Flor Díaz, Francisca Avaria e Iván Tapia.
(“Al País de Poe”) de Luis Andrés Figueroa
Autores (respectivamente):
Darío Valdebenito, Elena Montaner, Doris Iturrieta, Libertad Manque,
Vicente Sardes, Carlos Eduardo Saa, Flor Díaz, Francisca Avaria e Iván Tapia.
I
Los cuervos, después de girar
en redondel,
se excitaron con el cielo voluptuoso
y se apasionaron tanto que
desarrollaron la redonda mesa,
aquella que habían hecho con
sus aleteos mágicos.
Luego inflamaron sus alas
aguijonearon sus vientres
y se lanzaron hacia el árbol
de la vida.
Primero, quisieron apocar el árbol
humillarlo y rebajarlo hasta sus
raíces,
mas éste no se amedrentó,
tomó su copa, bebió el vino
que le ofrecían las farras que
estaban a su lado
y partió silbando como un
paladín del reino.
II
Es seguro encontrar un buitre sobre mi cara
como un cuchillo sus garras en mis ojos
En un concierto engañoso sus graznidos de pájaro macabro
Esta muerte lenta baila sobre la tumba que me espera
infalible la tiniebla está al acecho
en lucha eterna con el cuervo del pecado
mi ser erróneo cae a los pies de una flor deshecha.
III
Se esparce la lluvia;
derrama y extiende sus gotas
sobre el graznar de cuervos
que huyen dispersos del invierno.
Desparramado el dolor
del hombre… que ya no es hombre
hoy disemina justicia
revoloteando en su pueblo.
IV
Altruista se pasea
por las praderas de la palabra
Generoso en el riego
A las flores secas
desprendiendo los colores
para sus noches silentes
Pródigo recolecta néctares
a su alborada.
La montaña araña el cielo
con la espada de la duda
Ruge el trueno que se rompe
en la última plegaria
del bienhechor insaciable
que atrapó… solo la pluma del Cuervo.
V
Tranquilo, confiado, fanfarrón
Reflexivamente
en la inocencia de la modestia
dicen que se convirtió en cuervo.
VI
La ferocidad del ave
de siniestra sotana
desgarró el sueño
y la esperanza desolada.
El rigor del vuelo
devastó los campos
de la etérea Britania
decapitando inservible
el alba del caballero
de nívea capa
e inhumana espada.
Lloran las ninfas
en compasivas arias
y en humanitario
gesto lavan las llagas
de la dolida patria.
VII
Cuervo que rasgas las aguas impertérrito
haciendo cuna para recibir la lluvia
que a carcajadas rompe la piedra,
dejando atónito al cielo que pare, desparrama.
Cubre de verdes múltiples
la cabellera del mundo
sobrecogido, latiente, sordo
aleteo transparente en un ir y venir
recogiendo podredumbre
de una humanidad
a la espera del Rey y su
redonda mesa
en la metamorfosis
del Ave Negra y Alada.
VIII
Negros silencios
poquedad que abre fosos
descaro que envaina
o desenvaina sin turbación
espacios o cuchillos
levantan la voz
sin crepúsculos de vida.
Resplandece la piedra
sin vacilación, con atrevimiento
mientras giran redondos
las banderas con frescura
sin extralimitarse
más, tampoco limitarse
en la vergüenza de la lluvia.
Tímidos, temblorosos
por la sangre que batalla
y abre guerras sin bochorno
con descaro, atrevimiento
emblemas de insolentes
que no precisan círculos
para violentarse
contra los desposeídos.
IX
“En este silencio
colmado de aguas
viento y cuchillos negros”
está cifrado el destino
de multitud de naciones.
En este silencio de aguas
secreto susurro
nos trae el viento.
El gran árbol se sacude
moribundo
en clave de cuervos negros.
Los cuervos, después de girar
en redondel,
se excitaron con el cielo voluptuoso
y se apasionaron tanto que
desarrollaron la redonda mesa,
aquella que habían hecho con
sus aleteos mágicos.
Luego inflamaron sus alas
aguijonearon sus vientres
y se lanzaron hacia el árbol
de la vida.
Primero, quisieron apocar el árbol
humillarlo y rebajarlo hasta sus
raíces,
mas éste no se amedrentó,
tomó su copa, bebió el vino
que le ofrecían las farras que
estaban a su lado
y partió silbando como un
paladín del reino.
II
Es seguro encontrar un buitre sobre mi cara
como un cuchillo sus garras en mis ojos
En un concierto engañoso sus graznidos de pájaro macabro
Esta muerte lenta baila sobre la tumba que me espera
infalible la tiniebla está al acecho
en lucha eterna con el cuervo del pecado
mi ser erróneo cae a los pies de una flor deshecha.
III
Se esparce la lluvia;
derrama y extiende sus gotas
sobre el graznar de cuervos
que huyen dispersos del invierno.
Desparramado el dolor
del hombre… que ya no es hombre
hoy disemina justicia
revoloteando en su pueblo.
IV
Altruista se pasea
por las praderas de la palabra
Generoso en el riego
A las flores secas
desprendiendo los colores
para sus noches silentes
Pródigo recolecta néctares
a su alborada.
La montaña araña el cielo
con la espada de la duda
Ruge el trueno que se rompe
en la última plegaria
del bienhechor insaciable
que atrapó… solo la pluma del Cuervo.
V
Tranquilo, confiado, fanfarrón
Reflexivamente
en la inocencia de la modestia
dicen que se convirtió en cuervo.
VI
La ferocidad del ave
de siniestra sotana
desgarró el sueño
y la esperanza desolada.
El rigor del vuelo
devastó los campos
de la etérea Britania
decapitando inservible
el alba del caballero
de nívea capa
e inhumana espada.
Lloran las ninfas
en compasivas arias
y en humanitario
gesto lavan las llagas
de la dolida patria.
VII
Cuervo que rasgas las aguas impertérrito
haciendo cuna para recibir la lluvia
que a carcajadas rompe la piedra,
dejando atónito al cielo que pare, desparrama.
Cubre de verdes múltiples
la cabellera del mundo
sobrecogido, latiente, sordo
aleteo transparente en un ir y venir
recogiendo podredumbre
de una humanidad
a la espera del Rey y su
redonda mesa
en la metamorfosis
del Ave Negra y Alada.
VIII
Negros silencios
poquedad que abre fosos
descaro que envaina
o desenvaina sin turbación
espacios o cuchillos
levantan la voz
sin crepúsculos de vida.
Resplandece la piedra
sin vacilación, con atrevimiento
mientras giran redondos
las banderas con frescura
sin extralimitarse
más, tampoco limitarse
en la vergüenza de la lluvia.
Tímidos, temblorosos
por la sangre que batalla
y abre guerras sin bochorno
con descaro, atrevimiento
emblemas de insolentes
que no precisan círculos
para violentarse
contra los desposeídos.
IX
“En este silencio
colmado de aguas
viento y cuchillos negros”
está cifrado el destino
de multitud de naciones.
En este silencio de aguas
secreto susurro
nos trae el viento.
El gran árbol se sacude
moribundo
en clave de cuervos negros.
2 comentarios:
IVÁN, TE FELICITO POR ESTA HERMOSA
REVISTA DE GRAN CONTENIDO.
GRACIAS POR TODO.
FRANCISCA
Espléndidas las estrofas II, VI y IX.
La estrofa II está escrita por la Muerte, a despiadados brochazos.
la Nº VI parece arrancada de contexto del mismísimo E. A. Poe.
La IX tiene la vena apocalíptica de Nostradamus.
Sergio Hernández Muena
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