DARÍO VALDEBENITO.
La inquieta noche cambia su fisonomía
en brevísimos lapsos diferentes
Hay ratos que es ambigua o celestina,
hermafrodita, desmembrada, afrodisíaca
o que se yo.
Friolenta y hambrienta a veces, calurosa
y seductora en otras.
Le incomoda la rutina cuando no es
talentosa
y la parsimonia cuando es tan liviana
La llave del silencio la tiene sólo ella.
Es esquiva a ratos con la Luna, cuando ésta
cae en la melancolía,
a la vez que se pone quejumbrosa y
egoísta
y se llena entonces, de sombras que asombran,
las meditaciones de los hombres.
En la Comarca o en la Cofradía resurgen ahora
mil caretas escondidas, como la misma
negra
noche de hoy.
Si, cambian a la par y cotidianamente
esas caretas
de
los hombres que un día fueron felices,
cuando sólo tenían, una de aquellas.
El silencio es un sagrado castigo para
las lenguas
traidoras que revisten o alucinan caretas
fantasmales
que remueven los escombros de la noche
desvelada
y taciturna.
Desaparecen entonces, los ángeles con sus
caretas
bondadosas de otro tiempo
Y se multiplican los demonios, con sus
caretas raídas
o quemadas por el sol
Que desgarran ahora, a un destronado
corazón y
extinguen poco a poco la luz, de su
lámpara de amor.
en brevísimos lapsos diferentes
Hay ratos que es ambigua o celestina,
hermafrodita, desmembrada, afrodisíaca
o que se yo.
Friolenta y hambrienta a veces, calurosa
y seductora en otras.
Le incomoda la rutina cuando no es
talentosa
y la parsimonia cuando es tan liviana
La llave del silencio la tiene sólo ella.
Es esquiva a ratos con la Luna, cuando ésta
cae en la melancolía,
a la vez que se pone quejumbrosa y
egoísta
y se llena entonces, de sombras que asombran,
las meditaciones de los hombres.
En la Comarca o en la Cofradía resurgen ahora
mil caretas escondidas, como la misma
negra
noche de hoy.
Si, cambian a la par y cotidianamente
esas caretas
de
los hombres que un día fueron felices,
cuando sólo tenían, una de aquellas.
El silencio es un sagrado castigo para
las lenguas
traidoras que revisten o alucinan caretas
fantasmales
que remueven los escombros de la noche
desvelada
y taciturna.
Desaparecen entonces, los ángeles con sus
caretas
bondadosas de otro tiempo
Y se multiplican los demonios, con sus
caretas raídas
o quemadas por el sol
Que desgarran ahora, a un destronado
corazón y
extinguen poco a poco la luz, de su
lámpara de amor.