ENCORDADOS
El día clareaba con sus primeros albores.
Despertamos en lecho de piedra
con trinar de pájaros madrugadores.
La penumbra gris en el vivac
se va desvaneciendo.
La roca de la montaña enhiesta
con disímiles formaciones
parece elevarse al cielo.
Tres montañistas trepamos
por verticales paredones,
unidos por la cuerda
la dama y dos varones.
Pienso, mientras subo en la cordada,
que en esta feliz ocasión
confluyen dos pasiones enlazadas:
una, actuar primero de cuerda;
otra, escalar acompañado de la joven amada.
De lo alto se avizora extendido manto
de frondoso follaje
cubriendo colinas, lomajes y barrancos.
El bosque de robles en otoño
de ramas violeta y hojas anaranjadas
destaca inmerso en el verdor
como una isla coloreada.
Amarillento camino sube serpenteando
por tupidas laderas.
A lo lejos el valle luce rectangulares parcelas.
Anclado a clavija en la roca inserta,
recojo, asegurando la cuerda que me une a ella.
El sol ilumina su cabellera
con reflejos tenues, como cinta de seda.
Entre sus hombros atado,
cae mechón oscilante
cuyas hebras castaño claro
tiemblan al soplo del aire.
Sus finas manos sobre la roca con esmero
contrastan con las fuertes
de nuestro tercer compañero.
La cara lozana sólo es visible si mira hacia arriba
y denota gestos de esfuerzo
para alcanzar agarres en que se afirma.
Los ojos de pupilas inquietas
buscan con afán separados asideros
en diagonal grieta.
Después de pasada difícil
con tenacidad franquear,
llénanse de rubor sus claras mejillas
con agitante respirar.
Hemos llegado a la cima.
¡Ya no hay nada que escalar!
Sentimos emoción estremecida.
¡Es un anhelante conquistar!
Nos unimos en triple abrazo efusivo
con risas, hurras y palmetones de gozo.
Mosquetones que nos cuelgan del arnés
acompañan con tintineo armonioso.
Oteamos la andina cadena montañosa
en el panorama extenso,
morada majestuosa coronada de hielos eternos.
Al lado opuesto, muy a lo lejos,
se divisa una azul franja de mar
limitada con el cielo por el horizonte recto.
Luego, para descender,
lo hacemos por ruta de menor dificultad
desescalando o descolgándonos en rappel
por las inmensas murallas una y otra vez,
hasta llegar al llano.
Desde ahí la jornada de escalada ha terminado.
Tiempo después surgen premoniciones
que raudos los años tristemente confirmaron.
Ella por un camino, yo por otro,
nuestros destinos inexorables se alejaron
dejando reminiscencias nostálgicas
que el pasar del tiempo no ha borrado.
En el silente jardín del espíritu
está tu recuerdo sembrado,
perenne flor primigenia.
Y yacerán las almas encordadas
como lo fuimos sobre roca,
con la cuerda en venturosos días lejanos,
por siempre Ismenia.
DESPEDIDA
Cuando las nubes grises ocultaron el sol,
aquella fría tarde de junio,
con serena mirada nos dimos el adiós.
Caminaste breves pasos para abordar el bus
y al marcharte, con tristeza, sonreímos los dos.
Luego, la desolación se apoderó de mi
muriendo en el adiós el sueño más feliz.
La noche fue larga y obscura,
sólo un silencio profundo y grave.
Los recuerdos transitaron por mi mente
en torbellino sin fin.
¡Cómo olvidar instantes pasados
que de la mente afloran cuál lejanos resabios!
La tierna sonrisa de los labios,
el compartir juntos del campamento,
la festiva fogata, rodeada de amigos
en convivencia con cantares y amena charla.
La marcha por sendero de empinada ladera
con mochila abultada en la espalda,
short y ajustada polera
en prácticas de escalar.
La alegre y espontanea risa
luego que por cuerda bamboleante bajar
desde elevada cornisa.
En el monte, su figura en la pared se eleva
centímetro a centímetro
moviendo una extremidad a la vez
en lenta danza de equilibrio.
El tiempo transcurrido vive en mi,
los campos y montañas que nos vieron sonreír
bajo un cielo diáfano volcando claridad,
encordados escalando
o descendiendo por la roca vertical.
Cuando la primavera vuelva nuevamente a surgir
y las flores pinten de color el campo;
otra vez el dolor y la nostalgia
se hundirán en mi.
Se irá mi queja entre los vientos
por quebradas, riscos y lomajes
nombrándote, para morir luego
en el eco distante.
ANDINISTA AMIGO
Dedicado a Óscar Hernández
Andinista amigo,
yo te hice un lugar en mi carpa,
acampados en la vega[1]
al pie de la montaña,
y juntos encendimos el fuego
que duró hasta el alba.
Andinista amigo, mi gran camarada,
he seguido tus pasos,
he hollado la huella de tu vibram [2]
en la nieve marcada.
He subido contigo
a la alta montaña,
firme el piolet[3], la cuerda tensada,
crepitando los crampones[4]
en cristalino hielo, en la ruta trazada.
¡Paso a paso, con vaporoso aliento,
compartimos la emoción
de alcanzar la cumbre anhelada
en la más grande aventura del espíritu!
Y luego contemplamos
el grandioso panorama circundante.
Andinista amigo, mi gran camarada,
he bajado junto a ti la pendiente nevada
por sobre blancos ventisqueros[5],
por entre agudos penitentes[6],
por largos acarreos[7]
y por profundas quebradas.
Y al llegar al agua por donde corre el estero,
entre las peñas y espinos huraños;
yo te vi a mi lado, mi gran camarada,
sereno, tranquilo, sonriente
como un buen hermano de nuestras montañas
CAMARADA ESCALADOR
Camarada escalador,
de numerosas jornadas
en paredes de montañas
andinas y de la costa,
cuando subíamos por la roca, encordados;
llevabas sombrero semejante a tirolés
y pantalón de escalada snicker.
Parecías del siglo pasado,
un entusiasta alpinista.
A más de 4000 metros,
cuando el sol asoma
entre las alturas pétreas
dibujando sobre la roca
alargadas sombras rectas,
ascendemos por un largo glaciar
y los rayos luminosos
doran la montaña con tibieza.
Nos quitamos los crampones
al pie de gigantescas murallas
y unidos por cuerda los tres
iniciamos la vertical escalada.
Los largos de cuerda
se suceden unos a otros.
El líder observa desde arriba
Sólo cabezas, hombros y brazos
se perfilan en escorzada visión.
Abajo, entre grandes pedregales,
descienden las aguas turbias
de torrentoso estero
del cordillerano cajón.
Serias dificultades ofrece la ruta
en la escarpada ladera que
como bastiones defiende la cumbre señera.
Primero: bloqueados por muro liso
sin asideros bajamos algunos metros,
siguiendo por ancha grieta.
Luego, enormes bloques de hielo empotrado
impiden el acceso.
Franqueamos la pasada expuesta
con pie en roca y el otro en el frío elemento
tallando pequeños escalones con mano diestra.
Llegamos a la ansiada cima, muy pequeña,
área en que apenas los tres montañeros
se arriman fuertes abrazos
y gritos de alegría,
rescate de testimonios
y la ritual fotografía.
Admiramos el sobrecogedor espectáculo
de innumerables cumbres
que nos rodean
y que el ocaso del sol de índigo las teñía.
Delgada y muy larga sobre una ladera
se dibuja la montaña
justificando el nombre de monte Aguja.
En el fondo del espíritu
un sentimiento intangible
difícil de describir acaso.
Para bajar montamos seguros anclajes
y por las cuerdas que cuelgan
en la pared como arañas,
descendiendo por el hilo
desde su red nos descolgamos
por las elevadas murallas
una y otra vez hasta llegar al pie.
Luego caminamos por la pendiente helada
hasta el campamento alto
cuando anochecía.
Camarada escalador, contigo trepamos
las difíciles vías del monte La Campana.
Abriste con diestra decisión una ruta
que lleva tu nombre, la "Chirinos-Honorato".
De este mundo tempranamente partiste
cuando aún las laderas escarpadas subir podías.
Has emprendido la sombría escalada
al monte de la eternidad
de cuya cima no se desciende jamás.
Los amigos y compañeros de cordada
te recordaremos siempre
con respeto y aprecio
y con tu cara de triunfo sonriente.
Notas:
[1] Vega: superficie cubierta de pasto, que se encuentra generalmente en el fondo de los cajones cordilleranos.
[2] Vibram: nombre de marca de la suela de goma del zapato de montaña.
[3] Piolet: Herramienta deportiva parecida a una picota, que tiene múltiples usos en el montañismo.
[4] Crampones: sobresuelas metálicas con puntas, que se fijan con correas al zapato de montaña y que sirven para caminar y escalar sobre el hielo.
[5] Ventisquero: río de hielo.
[6] Penitentes: Formaciones de hielo de forma piramidal, que aparecen sobre los glaciares en las altas montañas. Se asemejan a monjes encapuchados orando; de ahí su nombre.
[7] Acarreos: Grandes pedregales que se encuentran en las laderas de las montañas.
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