jueves, julio 30, 2009

GIGLIO BRIGNARDELLO DUNDO


EN SUS RODILLAS

I.

El miedo de ser un animal,
de estar mordiendo
me hacia retroceder hasta el borde de la cama.
Entonces tomabas mis dientes
y como un espejo de mi
mordías mi hombro.

Dulce.

Con la boca abierta, sentía
el sabor calido de esa piel que nunca supe de quien era.
Tuya o mía.
Repetida como la imagen
en dos espejos el uno frente al otro.


II.

La rinitis tal vez sea el castigo
de meter la nariz entre los libros,
una y otras vez, como el adicto en la cocaína,
o la vuelta a la carga en mitad de la noche
tras de numerosos orgasmos.

El ímpetu genera su retribución.

El liquido nasal expulsado, así sea acaso
el origen de este cerebro quijotescamente seco
a punto de inflamarse al mas leve roce,
repleto en citas, estropeándose.

Biblioteca de babel sin traductores.

Los lentes pesan mas que el resto de la cabeza.

El seso lleno de aire como un zeppelín
se busca a si mismo, sin conocerse en su zumbido
como un niño que escruta tras
el espejo para ver quien esta allí.


III.

Pero mi corazón era una nuez
con una de sus mitades extraviada.


IV.

Escudriño mi saliva como un mapa
en el surgen arcas desconocidas,
calles de nombres secretos.
Una de ellas: tu nombre.


IV.

No soy este terreno seco,
en medio de los edificios y las calles.
Desnudo de toda piedra, capital
y de obra humana.

Soy un poco mas que eso.


V.

Un hombre y una mujer vistos desde lejos parecen
solo dos manchas en medio del paisaje recién lavado.

Un hombre y una mujer, pese a sus sonidos naturales,
ante el mar de los sonidos
son corruptibles, ligeros, enormemente transitorios
como hogueras encendidas
y
sin embargo
el uno para el otro, son mas poblados,
floridos
que cualquier otro lugar
que signifique mundo, paisaje
como si el uno sin el otro no existiera.


VI.

No tenerte
duele como si te hubiese encontrado
y perdido 100.000 veces.


VII.

No pude cargar mas cosas.
Un par de maletas viejas contenían todo lo
que deseaba llevarme.
El resto iba conmigo,
recuerdos.
Ellos son ropa cuando estoy desnudo.

Escudriño en ellos
con la misma ilusión de quien sostiene en una flor marchita
el recuerdo entero de una mujer para la que iba destinada

“ - El olvido es un cáncer demasiado ramificado.
La memoria una botella de licor rarísimo evaporándose.
En esos vahos los recuerdos se montan alegres para huir de ti”
Me dices.

Yo sonrió al escuchar, sin saber quien eres.


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