martes, octubre 07, 2008

ELENA MONTANER EN PARÍS


Nadie más peligroso que Paris, dios griego, quien de todas las bellas de la Antigüedad prefirió a Venus Afrodita entregándole la manzana de oro. Menos confiable aún, si nos enteramos que en Esparta robó a la hermosa Elena, esposa de Melenao, y con ese rapto provocó la guerra de Troya. Paris lo hace otra vez. Ahora es la poeta Elena Montaner la que contempla a París, Ciudad Luz, arrobada y extática, en el tiempo más propicio para el arte de Polimnia, musa de la poesía lírica, con sus “pies hundidos entre hojas otoñales”

La poeta ve pasar ante sus ojos “los versos de Víctor Hugo” y en aquellos sitios donde “el tiempo inexorable tejió aromas de sangre” se dedica a escarbar y descubrir “la historia que permanece adherida en los muros de Francia”. Desde la torre de Eifel, en “oscilante mirada desde la altura / hacia las aguas oscuras de la historia”, es vigía de los tiempos y mira los siglos a través de su “cota de guerrera impávida” y rompe “las barreras del tiempo” en su “entramado de acero oscuro”

Se anima a ir más allá, cuando cruza la morada de los muertos y conversa con Marie Madelaine que “ha quedado sola en de profundis”. “Atisbando las miradas de tantos muertos / caídos en batallas interminables”, desfilan ante sus ojos los espíritus de María Antonieta, Carlo Magno, Napoleón, Víctor Hugo, Eifel, Juana Mártir…

Antes de París, la poeta era ciega pues no tenía las imágenes de luz que irradia la ciudad eterna. Ahora asegura “Mis cuencas vacías se llenaron de la Francia”; ahora es parte de esa multitud protagonista “atónita de tanta historia” pues han quedado sus manos “sobre huellas de otras manos”. La experiencia es inefable, cargada de emociones que sólo el Sena –agua primordial- “río de aguas sencillas”, puede explicar con sus voces “Cargadas de historias de sonidos de susurros”

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