VI CONCURSO LITERARIO LA MANO
EL NEGRO
Hernán Carrasco Gómez
Hace más de diez años desde que "el Negro" se arranchara en los terrenos de aquel señor que un día le habló, le palmoteó el pescuezo y dio de comer un par de panes. Se fue quedando dentro de la propiedad, generalmente durante el día, entregado a la vista de los pasantes un símbolo de seguridad y respeto por su imponente figura, que algo tenía de "policial". Como buen perro callejero, siempre tuvo libertad de movimientos y, los propietarios del condominio, entendiendo que les era útil, la mayoría aportaba a su alimentación diaria, devorando ansioso los variados menús sobrantes. Generalmente se instalaba a la entrada en estratégico lugar, dominando los movimientos de los moradores a quienes rápidamente comenzó a ubicar astutamente de acuerdo a sus atenciones para con él, todo muy parecido a muchos de nosotros los humanos racionales, como nos hemos autodenominado. Si algún transeúnte pasaba lento en su caminar o se detenía más de lo necesario hacía notar su presencia con fuerte ladrido intimidatorio, eso bastaba, mucho más eficaz que un portero parlanchín a quienes, generalmente, se les escapan valiosas informaciones sobre los moradores. Su permanencia nocturna en el lugar, siempre fue una incógnita, a pesar de que algunos decían verlo a todas horas de la noche, siempre echado, como fue su costumbre; otros comentaban verlo llegar temprano, desde diferentes direcciones, vaya a saber uno si él llevaba el control de quienes faltaban por llegar y luego se retiraba a sus "andanzas", satisfecho del deber cumplido, sin más contrato que la seguridad de su necesaria alimentación.
Los vecinos le construyeron una vivienda bien presentada, la que sólo ocupaba para los días de lluvias o mucho frío, prefiriendo pertenecer a los "sin casa", pobre pero libre de ataduras o compromisos que lo limitaran en su permanente búsqueda de nuevos horizontes y más allá de ello también.
"El Negro" no fue "camorrero", ni asiduo a integrar comparsa tras fratricida lucha por un cupo de procreador, ordenado por la sabia naturaleza animal. Al respecto, más de una vez lo vi disfrutar a solas con su pareja, sin competidor alguno, de una conquista con resultado matrimonial, dentro del amplio terreno que conformaban sus dominios, al que pocos se aventuraban a merodear. Con su mirada torva fue de pocos amigos y nunca supo de caricias de amo, ni recoger piedras u objetos lanzados al aire, retraído hasta aparecer indiferente a los momentos de sociabilidad con los humanos.
Los rudos años hicieron mella en su estructura ósea, mostrando cada día mayor dificultad para ponerse en movimiento. Imposible para él realizar las clásicas elongaciones reactivadoras de la musculatura, así lo percibíamos los vecinos, alentándolo a moverse, a recorrer sus amplios dominios, cada vez más vulnerables por sus congéneres. Sólo se entusiasmaba de manera eficaz si percibía que la persona saliente del condominio tomaba dirección a la Panadería del sector, lo que para él significaba, en la mayoría de los casos, un bocado extra, la mayor delicia de sus alimentos.
Para "el Negro" los días corrían muy de prisa y sin brillo alguno, permaneciendo días enteros echado cerca de la puerta de entrada en lugares húmedos, siempre amodorrado, como que resignado al término de su vida útil, cada vez menos entusiasmado, incluso para comer, pues se había convertido en regodeón y parsimonioso.
Una noche, casi a la medianoche, fuimos sorprendidos por fuertes gritos humanos, verdaderos alaridos, provenientes desde la reja de entrada al condominio. Sólo dos vecinos acudimos a cerciorarnos de tan inusual acontecimiento. El morador afectado contó que, al momento de abrir la puerta de la reja, un sujeto que transitaba en sentido contrario se acercó a él de mala forma, con evidentes muestras de querer atacarlo, aprovechándose de sus atareadas manipulaciones a la chapa por falta de iluminación. De pronto, con las intimidaciones del malhechor y bruscos movimientos del afectado tratando de defenderse, despertaron al "Negro" quien dormía en el exterior, junto al receptor de basura. Todo confuso y comprometido con el vecino atacado cuando, milagrosamente, siente los gritos del asaltante al ser mordido fieramente en un tobillo, negándose a soltarlo, derrumbando al ladrón, quien se retuerce de dolor. Rápidamente llamamos la Patrulla del Cuadrante y, en tres largos minutos llegan al lugar, logrando con esfuerzo separar al "Negro" de su presa. Ahí constataron que, en su postrer esfuerzo, había muerto con sus dientes muy apretados, quizás en la única acción de su vida en que debió aplicar racionalmente la violencia, contra la irracional violencia humana. Podríamos decir que este noble animal murió en acto de servicio, cumpliendo con el deber que sólo él se había impuesto. Así de nobles son la mayoría, cuando el hombre les permite vivir con buen tratamiento...
Hernán Carrasco Gómez, Constructor Civil (UTE), vive en Avenida Segunda N°0351, Quilpué, Chile y su teléfono es 2722446.